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Día de Muertos. Foto: Pixabay / Darvin Santos

La muerte no existe… La gente solo muere cuando se olvida

En México las ceremonias rituales dedicadas a los muertos se practican, desde antes de la llegada de los españoles a tierras mesoamericanas, el culto a la muerte data por lo menos desde mil 800 años antes de nuestra era.

Dentro de la cosmogonía de las culturas del centro de México se encontraban las fiestas para la celebración de los muertos. La muerte fue, para muchos de los pueblos mesoamericanos, de gran importancia dentro de su sistema de creencias.

El viaje al Mictlán era largo: cruzaba un río, atravesaban dos cerros que chocaban entre sí y luego el camino de la culebra, el de la lagartija verde, los ocho páramos, los ocho collados, el lugar del viento de navajas de obsidiana y el río Chiconauapan, hasta llegar al noveno nivel del inframundo, el Mictlán.

Un perro guiaba el alma del muerto, al cabo de unos años, el alma, como el recuerdo de los vivos, se disolvía. La muerte era parte del cosmos sin cargas morales. Simplemente era. Su representación estaba obligada en cualquier acto trascendente de la vida individual y social, no sólo durante las ceremonias a los dioses o en los deberes para con los difuntos.

Es un acontecimiento de identidad legado por nuestros ancestros para honrar a las personas que ya se nos adelantaron al encuentro con el Dios de los Muertos Mictlantecuhtli.

Con la conquista de los españoles muchos años después, se da la segunda denominación, “Día de Muertos y de los Fieles Difuntos”, quienes a su vez; la habían adquirido de los moros y éstos de los egipcios.

En nuestros días, todavía existe la creencia de que nuestros seres queridos ya muertos vienen a convivir con sus deudos para saborear platillos y bebidas que fueron de su predilección durante su estadía por este mundo, dando pie a la elaboración en nuestros hogares de los tradicionales Altares de Muertos, en donde cada familia les da su toque especial a su ofrenda.

Se dice, que el primero de noviembre, está dedicado a los niños muertos, por eso puede observarse con anticipación, que en las panaderías, pastelerías, jugueterías y últimamente en todos los centros comerciales, hay una diversidad de golosinas especiales, juguetes e incluso artesanías, como las calaveritas de azúcar, el pan de muerto, esqueletos rumberos, figuras de chocolate, etcétera, que forman parte de las ofrendas a ellos.

El 2 de noviembre, se conmemora a los Santos Difuntos o Muertos Adultos, siendo las ofrendas diferentes. Elaborándose verdaderos banquetes que incluyen: mole, tamales, chocolate, dulce de calabaza, cigarros y hasta la bebida de su preferencia, desde pulque, hasta aguardiente. Concretamente todo aquello que golosamente le gustaba en su vida al difunto.

Se acercan las fechas de cortar una calabaza y hacerla en tacha, o de ahuecarla y meterle una vela, salir por la noche a pedir un quinto para mi calavera.

“Cuenta la historia, que todo comenzó con un niño Macehualt, un pequeño en la sociedad azteca muy humilde, que al quedar huérfano pedía pan y alimentos para elaborar una ofrenda a sus seres queridos”.

Todas las culturas a través de los tiempos le han dedicado un espacio a la percepción de la muerte, vivimos en una cultura donde la muerte es idolatrada, venerada, y a su vez hemos estado en contacto con nuevas visiones y tradiciones fuera de las nuestras donde los niños son cada vez más influenciados por tradiciones anglosajonas como el Halloween o Noche de Brujas donde la muerte es vista con miedo, con un sentido diabólico, monstruoso, zombis, brujas, magos, vómitos, sangre y bastante maquillaje.

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En este 2020, en México hay un exceso de mortalidad. No es que las otras enfermedades se hayan ido de vacaciones, miles de personas mueren diariamente, debido al COVID-19 o a las muertes por el narcotráfico.
Así como cientos de personas fallecen, otras miles nacen, según el ultimo registro nacen 6 mil mexicanos cada día.

La principal causa de muerte en México son las enfermedades del corazón, luego sigue la diabetes y hay más de 87 mil muertes por COVID-19 en lo que va la cuenta hasta el día de hoy.

Tal vez hay que abrir un paréntesis y en verdad analizar los datos, las cifras son alarmantes, como si a diario se estrellara un avión, o cayeran bombas y los muertos se dieran por centenas, los noticieros solo dan cifras a diestra y siniestra, si en verdad fuéramos analíticos sabríamos que de las muertes por covid, un porcentaje son personas que ya presentaban enfermedades cardiovasculares, o tumores, otro tanto tenían enfermedades relacionadas con la diabetes y obesidad mórbida; algunos sufrían graves problemas por insuficiencia respiratoria debido al tabaquismo y otras enfermedades respiratorias. Hay que sumarle que morirse en tiempos de pandemia significa que aunque te mueras por otra enfermedad o motivo, las cifras son adjuntadas al COVID.

Este año seguramente las ofrendas serán en memoria de los muertos por esta epidemia. Pandemias han habido muchas en la historia del mundo, desde la peste negra, la gripe española o el sarampión, el SARS y ahora el COVID, sin embargo, nunca habíamos vivido esta cuarentena global, donde la humanidad enfrenta el confinamiento global; la experiencia dejará una huella imborrable en la historia y la misma historia ya juzgará las acciones y medidas tomadas desde las falsas soluciones, y las vacunas milagrosas.

Hoy nos reconfiguramos, nos reinventamos, desde la liberación cognitiva, pasando por los fatalismos y los que permanecen inactivos o aquellos que no creen en el coronavirus, así como igual piensan que la tierra es plana.

Son tiempos de reconciliación con la naturaleza, de reconstruirnos con el mundo para que subsistamos en la memoria de los que nos recordarán y preguntarán, y tú, ¿qué hiciste cuando fue la pandemia?, ¿qué aprendimos?

“La muerte no existe hija.
La gente solo muere cuando se olvida”,
me dijo mi madre… justo antes de irse.
“Si sabes recordarme, siempre estaré contigo”.
~ Isabel Allende ~

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1 y 2 de noviembre, Arte, Día de Muertos, La muerte