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El filme surcoreano da de qué hablar en los festivales internacionales y el Oscar 2020 al destapar la cloaca maloliente de la condición humana en sus distintas clases sociales. Foto: Cortesía

Parásitos, la revelación de Bong Joon-ho

Por: Anasella Acosta

El olor desata pasiones. Es la delicada percepción que lo mismo seduce y enamora que causa repulsión y vómito. El olfato, como sentido preferido por grandes maestros de la literatura posee una enorme fuerza evocadora, primigenia y enloquecedora. Marcel Proust en la zaga de En busca del tiempo perdido incluye en diversos pasajes los olores como fuente de placer y nostalgia. Patrick Süskind en el clásico El perfume hace del protagonista un asesino movido por este sublime sentido.

En la producción cinematográfica muchas veces se ha planteado la posibilidad de expandir la experiencia sensorial al olfato y el tacto (la aspersión de agua como lluvia o el movimiento de butacas, o bien al difusión de fragancias), pero la gran revelación del cine surcoreano, Parásitos, confirma una vez más que las películas bien hechas no requieren de artificios.

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El tufo a rábano viejo, a personas que viajan en metro, a aguas negras expulsadas de las coladeras y a trapo húmedo añejado, emana en distintos momentos del largometraje. Las fragancias costosas también tienen su lugar como contrapunto de lo pestilente sin dejar de ser malolientes.

Bajo la dirección de Bong Joon-ho, Parásitos hace del olor un sentido protagonista, clave en la diferenciación de clases sociales, elemento que poco a poco teje la tensión entre los personajes, los divide a pesar de la conjunción y los enfrenta en una escena sin límite, solo esperada cuando se ha transitado por el drama previo, planteado desde el inicio de la película: la condena a la miseria y, como consecuencia ineludible, a lo miserable, donde el rencor anida.

Me interesan los personajes que tienen que lograr misiones más allá de sus propias capacidades”, dijo Bong Joon-ho.

Con una Palma de Oro en el Festival de Cannes, y el Globo de oro, Parásitos se abrió paso entre los Oscar con seis nominaciones y retó al respetado cineasta español Pedro Almódovar y su Dolor y Gloria como Mejor Película Internacional. Pero su mayor hazaña fue que arrasó con el resto de los cineastas estadounidenses al ganar las categorías de Mejor Guión, Mejor Director y Mejor Película. Así se convierte en el primer filme de habla no inglesa en llevarse estas estatuillas.

Parásitos logró recabar en las taquillas del mundo la cantidad nada despreciable de 130,700 millones de dólares. 

Su mayor acierto: regodearse en lo más trivial de la condición humana, la aspiración de poseer, la que no cambia se tenga o no bienes materiales. Al final lo mismo hiede con channel que con sudor.

Parásitos, la historia

La historia de una familia (los Kim) que vive hacinada en un subsótano dentro de un cinturón de miseria es empleada, gracias a su habilidad parásita, por una familia de altos recursos económicos (los Park), que a fin de mostrar su opulencia se deja engañar con facilidad. Pero esta anécdota da giros de tuerca sorprendentes, los que mantienen al espectador al filo de la butaca.

Nada es gratuito en el filme surcoreano. Cada personaje tiene una razón de ser. Cada elemento también, Nada es gratuito en el filme surcoreano. Cada personaje tiene una razón de ser. Cada elemento también, incluso la piedra que se cree inerte es un pretexto para aferrarse. La realidad que margina, que descalifica hasta para una pensión y que orilla a ocultarse de los acreedores en un sótano, refugio de la clase adinerada ante los latentes ataques de Corea del Norte, hace del humor una tragedia.

Con una paleta de colores ocres y el predominio de tomas interiores, el espectador es el testigo-cómplice, el cohabitante del semisótano que habitan los Kim, quienes pretenden hacer de la estafa su salvavidas.

Gracias también al viraje en esa paleta, que se torna luminosa, se advierte la tragedia. Imposible no recordar a la también surcoreana La Señora Venganza, de Chan-wook Park que hacia el climax tiñe la nieve de muerte.

Otro elemento de tensión definitorio es la lluvia que los Kim contemplan desde la sala de estar de los Park, primero como placer, luego como amenaza y en muy poco tiempo como un destino que esparce aún más lo maloliente, incluso en las entrañas de lo que aparenta perfección y naturalidad.

Con Parásitos, el cineasta Bong Joon-Ho suma un tanto a sus trabajos anteriores, El Huésped y El expresso del miedo. En esta ocasión mostrando sí la polarización social pero, sobre todo, evidenciando la condición banal de los humanos, que priva por igual en cualquier estrato social, como si se tratara del único bien justamente repartido.

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cine, Oscar, Parásitos, Premios Oscar